jueves, 12 de mayo de 2016

Al final llegará el verano con sus dulces mieles para curar las durezas y, sobre todo, las heridas que un invierno arrasador dejo a su paso. Intentará curarnos con madrugadas que huelen a cloro y protector solar mientras hablas del destino o simplemente miras las estrellas. Dará calor a nuestras cicatrices con los sábados noche, sobre todo con noches para el recuerdo, y domingos de cervezas. Arrastrará nuestros malos momentos mar adentro para dejarnos el cupo vacío y prepararnos para lo que nos espera, así es el poder sanador del verano. Y cuando menos lo esperemos, Septiembre llamará a nuestras puertas para que empaquetemos todo, y ser víctimas de la rutina mientras tenemos el sabor de alguien junto al de la piña colada en nuestra boca. Así pues no nos daremos cuenta de que el otoño lleno de "¿qué hubiera pasado sí? nos pisa rápidamente los talones  con el  invierno dado de la mano dispuesto a congelarnos en el tiempo y despedir el año. Buscaremos el calor de algun pedazo de cuerpo humano durante Enero, Febrero o incluso Marzo. Abril llamará a nuestra esperanzadora, llevando nuestros límites a otro nivel. 
Y es así como nos descongelamos y congelamos a cámara lenta. Como esperamos que el verano nos sane lo que le Invierno ha destruido. Entonces comprendí, que necesitamos rompernos, y si es posible en pedazos muy pequeños, porque eso será señal de que hemos amado mucho. Necesitamos rompernos para que saber qué es que alguien nos recomponga con noches, paciencia, y saliva. Pero sobre todo, necesitamos rompernos para saber cómo recomponernos nosotros mismos. 

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